viernes, 8 de abril de 2011

El Negro y Mostaza


Fuente Diario Ole


Jorge López jorgelopez@ole.com.ar
| 08-04-2011

Acevedo y Almeyda son el alma del medio, como eran JJ López y Merlo. Parecidos y diferencias entre un pasado lujoso y un presente trabajador.

Si Jota Jota toma mate, Reinaldo escupe verde (Núñez, pasillos del Monumental, plena década del 70). El Negro y Mostaza supieron edificar una de las duplas más prolíficas y lubricadas de la historia de River. López construía el juego. Merlo boicoteaba el de los rivales. Juan José pensaba, lucía y administraba el mediocampo. Reinaldo le sacaba frutillas a sus rodillas, mordía el polvo y ganaba sus batallas por cansancio. Uno era el ingeniero. El otro, el obrero ideal. Potenciados desde sus diferencias, y reunidos bajo el aura del Beto Alonso, el Negro López y Mostaza Merlo se retroalimentaron durante casi 20 años (y una cosecha de siete títulos). Hoy, el Negro Acevedo y Mostaza Almeyda son los encargados de traer a escena la remake de aquel célebre tándem. Una dupla vintage e inseparable que sostiene en sus músculos y en sus neuronas la rigidez, la estrategia y la búsqueda de este River puntero y adepto al sufri tiki.

Acevedo y Almeyda son la versión 2.0 del Negro y Mostaza. Con diferencias puntuales, pero con grandes coincidencias bajo análisis integrales. López fue un majestuoso volante por derecha mientras que Acevedo se acopló y se adaptó como doble cinco del experimentado Pelado. Para JJ, los dos volantes centrales conforman la balanza en donde cada fin de semana se pesan las pretensiones de River. Una suerte de espina dorsal que funciona como eje del esqueleto del equipo. La tirantez o la encorvadura de ese equipo depende de las labores de esta dupla. Y en ese paisaje, Erik Lamela se presenta como un Alonso jovencito de la era del iPad (por el momento un diamante en etapa formativa).

Acevedo tiene 25 años y nació en San Justo. Almeyda, 37 y es de Azul. Walter llegó a River con Cappa a mediados del 2010. Matías regresó del retiro con Astrada como DT, en agosto del 2009. Uno tiene el pelo corto al ras. El otro, la melena de Rambo. No comparten cuarto ni mesa en las concentraciones. Pero coinciden en el cometido: quitar y abastecer. Interrumpir y ofrecer. El juego de uno necesita del juego del otro. Y viceversa.

López encontró en Almeyda el espejo en el que se miran los más chicos del plantel (entre ellos, el heredero Cirigliano). Y en Acevedo, la movilidad y el trazado que añora de sus años mozos. Y una inteligencia distintiva para traducir los vaivenes de un partido. Por caso, antes de hacer la producción de fotos, los jugadores se demoraron en el vestuario conversando con el entrenador. Primero fue el turno del mano a mano entre el técnico y el Pelado. Después, el del Negro con el Negro. Finalmente, sobre el mediodía, los futbolistas se divirtieron ante el lente de Olé . “Muy cerca no me pongas que es peligroso” chicaneó el más veterano. Almeyda es un prócer. Acevedo, un socio a la medida de las exigencias. Ya tienen algo de López y Merlo: en la cancha, cuando uno toma mate, el otro escupe verde...

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