lunes, 11 de abril de 2011

La banda sangre forrada con piel de León


Fuente LA PAGINA MILLONARIA


Estos pibes que tengo atrás mío en la tribuna se me caen en la cabeza. No gritan gol. Gritan: ¡Pelado, Pelado! Algo extraño, pocas veces visto. Esas tres letras inmodificables se convierten en seis. Nunca más merecido. El estadio entero vomita su fuego sagrado reverenciando a su jefe espiritual, aquel “peladito de Azul”. Yo también me arrodillo, me pellizco, enloquezco. Miro al cielo y doy las gracias de que mis hijos sean testigos de esta noche, de este tipo de otro planeta. Noche de “sacrificio Monumental”. Un jugador símbolo que acomete al rival y lo apura hasta obligarlo al error. Treinta y siete años de sabiduría, de energía y los mismos kilos en oro de admiración.

Pieza vital para un cuerpo técnico con los pies sobre la tierra y un grupo humano como hace rato no se ve, enfocado a full en su tarea. Con compromiso, con austeridad, pero con hambre de hacer historia. Ese el mayor mérito de este River puro corazón, coraje, amor propio, que de ratos dibuja con el pincel. Este equipo de “hombres” que llegó a la punta del campeonato en medio de cargadas que le auguraban el descenso. A partir de ese summum sobrecogedor de fe que es Matías, se va produciendo el contagio. Y ahí está Carrizo -ovacionado por su convocatoria a la Selección- haciendo fáciles las difíciles. Descolgando las tres o cuatro bravas por partido que un gran arquero tiene que atajar para ser el uno de River. Con la autoridad de una defensa sin fisuras. Otra vez los centrales impecables y los laterales volantes afirmados. ¡Qué gran momento de Díaz! Cuanta confianza dispensada en él por Jota Jota. Igual que en Acevedo, que jugó un partido descomunal.

Con cinco o seis cambios de frente impecables. Y el “Coco” que ya empieza a flotar. Y se desliza entre caños y pisadas. Pero que no lagunea tanto y despierta reminiscencias alonsistas. Hay un River que arrancó el torneo casi con la cabeza gacha. Obligado a cambiar el “paladar”, como lo cambian los hombres maduros. Resignar algo de lirismo y adecuarse a las circunstancias. Y hubo que entender que el principio de realidad se antepone a veces a la lujuria y al deseo. Así renació este River, lejos del producto exclusivo de la improvisación. Y que al fin, el tiempo empieza a darle la razón: no todo siempre parece librado a la providencia.

Este River comprendió que no son irreconciliables la poesía y el trabajo. Es un capítulo más del cuento de las Mil y una Noches y continúa el domingo siguiente. Así como la vida de Scherezade dependía del próximo relato, así sucesivamente deberá pelear punto a punto hasta el final. Para quedarse en la permanencia o para festejar algo grande. Lo que si queda claro que cuando pintaba la tragedia sirvió aferrarse a una planificación, una estructura y una lógica. Como el cuento mismo. Como este capítulo inolvidable de la “patriada heroica del león” y el tractorazo del tanque para liquidar a Banfield.

El sábado vivimos una página más llena de sortilegios diseminadas en una trama que nos tendrá en vilo hasta el punto final de esta historia. Mientras tanto se disfruta la trama. Este proceso que nació con tantos cuestionamientos y casi sin creerlo nos tiene sujetos en esta metamorfosis de insecto a predador. Entramos a la recta final como esa fábula hindú, de aquellos que subestimaron una osamenta de león que yacía dispersa en el bosque y hoy se los empieza a devorar, con su manada de cachorros. Los huesos blancos como la leche y duros como el silex, que habían sido blanqueados por incontables soles revivieron con una fórmula encantada. No sólo le devolvieron los latidos el “pedido de selección”. Hubo un mantra que ayer sonó para toda la gilada: “Y no dicen nada, ya no se escucha nada… le cerramos el culo a todas las hinchadas. No alcanzan las tribunas,no alcanzan las entradas… Le demostramos lo que es River en las malas”.

Nada de todo esto al león le pasa inadvertido. Corrió el carrito que hacía tiempo, le dio una palmada al Enano en el cambio, todo esta bajo su control. Almeyda pudo cubrir los huesos con tendones, irrigar esos músculos de sangre, y darle vida a su corazón y contagiar a su prole. Noche de mitos, de cuentos y de resiliencia, esa capacidad de todos a sobreponerse a los traumas de mayor dolor emocional. Hay que festejarlo, como corresponde. Crece la ilusión, de la mano de la mesura y en medio de la locura. Es que si estos legionarios no aflojan… Va a haber que ir pensando en forrar a la banda sangre con piel de león.

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